REAL CONVENTO DE LA VISITACION,

PARROQUIA SANTA BARBARA

Muchos son los legados culturales que España debe a SSMM Doña Bárbara de Braganza y Don Fernando VI, cuyo reinado se extiende desde 1746 a 1759, aunque, sin duda, el más conocido sea el Real Monasterio de la Visitación (fig 1). Dos fueron sus propósitos fundacionales. En primer lugar, deseaban asegurarse un lugar de enterramiento, ya que, al no ser padres de rey, no disfrutarían del correspondiente sepulcro en el Panteón de Reyes del Escorial. El segundo propósito fue “traer a España a las monjas salesas, graves educadoras de la juventud, según el espíritu dulcísimo del más amable de los escritores santos, San Francisco de Sales, obispo de Annecy en Saboya”.

Real Monasterio de la Visitación

Tras firmar la escritura fundacional el 6 de diciembre de 1747, comenzaron las obras que discurrieron entre 1750 y 1757. Debían incluir además de la Iglesia, el Convento destinado a la vida religiosa y la enseñanza femenina, pues la reina, siguiendo la preocupación de los ilustrados por la educación de la mujer, deseaba que las hijas de la nobleza recibieran en aquel convento una educación cristiana, pero moderna, adecuada a su rango y a su tiempo. Al otro lado del convento se añadió un pequeño palacio para la reina, compuesto por nueve habitaciones grandes y otras más pequeñas, con entrada y salida independientes, así como con un pasadizo que comunicaba con la Tribuna Real de la Iglesia; un deseo particular de la reina, pero también práctica habitual en la arquitectura monástica española donde la conjunción entre palacio y monasterio era por entonces sobradamente conocido.

La Iglesia y el Convento de las Salesas Reales, puestos bajo la advocación de la Visitación de la Virgen a su prima Santa Isabel, fueron diseñados por el arquitecto François Carlier (1707/1760)

La Iglesia y el Convento de las Salesas Reales, puestos bajo la advocación de la Visitación de la Virgen a su prima Santa Isabel, fueron diseñados por el arquitecto François Carlier (1707/1760) (fig 2). La obra se realizó según las trazas del francés, si bien se ejecutó, ante la premura de los Reyes y los constantes viajes de Carlier, bajo la supervisión del aparejador español Francisco Moradillo (1720/1784), que varió ligeramente el plan originario de aquel. Mientras la arquitectura corrió a cargo de un francés, la decoración se encargó al italiano Gian Domenico Olivieri (1708/1762), Escultor de Cámara de Felipe V e Isabel de Farnesio quien, siendo natural de Carrara, dominaba el trabajo en mármol que engalana tanto la planta de la Iglesia, como diferentes partes del templo. A él se debe el estilo italianizante del templo donde el mármol sustituye las obras y retablos de madera que caracterizan la estética española de aquel momento.

Por la escalinata de 1930 que sustituyó a la original cuando se abrió la calle de Bárbara de Braganza se accede al atrio de la Iglesia, cuyo triple pórtico preside un tondo con la Visitación de la Virgen, flanqueado por dos esculturas medio exentas de ángeles portando las tablas de la ley y la cruz en clara alusión al Antiguo y el Nuevo Testamento, y de San Francisco y Santa Clara en la parte superior del mismo, toda obra de Olivieri

La Iglesia, cuyo suelo dibuja una delicada geometría marmórea de diferentes tonalidades, presenta una planta de una sola nave con forma de cruz latina y capillas-hornacina a los lados. Preside el presbiterio un retablo arquitectónico de planta quebrada entre triple columnas de mármol verde, llamado de Granada, que enmarcan el cuadro de la Visitación de la Virgen, obra del pintor napolitano Francesco de Mura (1696/1782), flanqueado por las esculturas de San Fernando y Santa Bárbara en honor a los comitentes y coronado por un capitel que preside San Francisco alzando la mirada hacia la representación de Dios en forma de “ojo que todo lo ve” entre rayos de irregular tamaño propio del barroco; a sus lados, las imágenes de la fe y la caridad (fig 3). Todo ello fue ejecutado también por Olivieri, al igual que los altares de las cuatro hornacinas laterales del templo que combinan sutilmente recortes de mármol rojo y verde sobre un fondo blanco.

e San Francisco alzando la mirada hacia la representación de Dios en forma de “ojo que todo lo ve” entre rayos de irregular tamaño propio del barroco; a sus lados, las imágenes de la fe y la caridad
Bajo el cuadro de la Visitación resalta el altar mayor, cuyo frontal se realizó en Roma a base de un mosaico floral de teselas de piedras duras, en cuyo centro y sobre lapislázuli, se leen en bronce dorado las iniciales de los reyes Fernando y Bárbara

Bajo el cuadro de la Visitación resalta el altar mayor, cuyo frontal se realizó en Roma a base de un mosaico floral de teselas de piedras duras, en cuyo centro y sobre lapislázuli, se leen en bronce dorado las iniciales de los reyes Fernando y Bárbara 

 Cada quiebro del altar se presenta adicionalmente decorado mediante cantoneras de hierro dorado en forma de cabezas de querubines sobre volutas o meras volutas

Cada quiebro del altar se presenta adicionalmente decorado mediante cantoneras de hierro dorado en forma de cabezas de querubines sobre volutas o meras volutas (fig 5) y sobre el altar destaca el sagrario embutido en una hornacina de mármol cuya puerta se presenta labrada con una escena de los Discípulos de Emaús. Las credencias que flanquean el altar siguen su misma estética, aunque polícroma en vez de marmórea.

Tanto la obra de la Visitación que preside la Iglesia como la representación de La Virgen y el Niño con San Francisco Javier y Santa Bárbara de la primera hornacina lateral derecha son obra de Francesco de Mura, quien había sido elegido por la Reina para completar toda la obra pictórica del templo. Sin embargo, la mujer del artista se negó a abandonar su Nápoles natal, por lo que sólo llegaron a España estas dos obras de dicho pintor. Bajo la representación de la Virgen con el Niño cabe admirar las originales andas litúrgicas de plata en forma de cartelas rocallescas con diferentes pasajes del Evangelio según San Juan

Bajo la representación de la Virgen con el Niño cabe admirar las originales andas litúrgicas de plata en forma de cartelas rocallescas con diferentes pasajes del Evangelio según San Juan

Respecto de las demás pinturas que ornamentan el templo, es obra del francés Charles Joseph Flipart (1721/1797) La Rendición de Sevilla a San Fernando de la primera hornacina lateral izquierda, mientras que las representaciones de San Francisco de Sales y Santa Juana Chantal y de La Sagrada Familia con la Santísima Trinidad fueron ejecutadas por los italianos Corrado Giaquinto (1703/1766) y Giambettino Cignaroli (1706/1777) respectivamente.

Las bóvedas se rematan con pinturas de los hermanos Luis (1715/1763), Alejandro (1719/1772) y Antonio (1723/1793) Velázquez y representan escenas de la vida de San Francisco de Sales en la nave, y de los santos patronos de los fundadores en los brazos del crucero: San Fernando ante la Virgen y Santa Bárbara ante el Redentor. En las pechinas, destacan Los Cuatro Evangelistas, y en la cúpula, con un aire más decididamente rococó, se vislumbran escenas de la vida de la Virgen entre guirnaldas y alegorías de las Virtudes. 

A la derecha del altar se halla el sepulcro de pórfido y mármol del Rey Fernando VI ejecutado por Francisco Gutiérrez (1724/1782) siguiendo diseños de Francisco Sabatini (1721/1797) (fig 7) que se considera una de las obras cumbre del Neoclasicismo español. En su parte superior resalta una escena tallada de Su Majestad protegiendo las artes y a sus lados, simbolizando las virtudes de su reinado, alegorías de la abundancia y la justicia. Corona la obra una representación de Saturno, como dios del tiempo, acentuando el peso de lo inexorable. En la parte inferior se lee una inscripción latina que se traduce así: “Aquí yace el fundador de este monasterio Fernando VI, Rey de las Españas, óptimo príncipe que murió sin hijos, pero con numerosa prole de virtudes. Padre de la Patria, el 10 de agosto de 1759. Carlos III dedicó este monumento de tristeza y piedad a su queridísimo hermano, cuya vida hubiera preferido al Reino

A la derecha del altar se halla el sepulcro de pórfido y mármol del Rey Fernando VI ejecutado por Francisco Gutiérrez (1724/1782) siguiendo diseños de Francisco Sabatini (1721/1797) (fig 7) que se considera una de las obras cumbre del Neoclasicismo español. En su parte superior resalta una escena tallada de Su Majestad protegiendo las artes y a sus lados, simbolizando las virtudes de su reinado, alegorías de la abundancia y la justicia. Corona la obra una representación de Saturno, como dios del tiempo, acentuando el peso de lo inexorable. En la parte inferior se lee una inscripción latina que se traduce así: “Aquí yace el fundador de este monasterio Fernando VI, Rey de las Españas, óptimo príncipe que murió sin hijos, pero con numerosa prole de virtudes. Padre de la Patria, el 10 de agosto de 1759. Carlos III dedicó este monumento de tristeza y piedad a su queridísimo hermano, cuya vida hubiera preferido al Reino”.

Pared con pared con este sepulcro, hoy en la Capilla Lateral, se dispuso la sepultura de la Reina Doña Bárbara que contrasta con la de su esposo por su planta sinuosa de marcado estilo rococó. Carlos III también encargó el diseño a Francisco Sabatini, aunque la obra escultórica corrió a cargo de Juan de León, siendo terminada por Juan de Guerra. Corona el sepulcro un medallón con el busto de la soberana sostenido por querubines llorando y el “memento mori” como recordatorio de la finitud de la vida (fig 8). En la parte inferior se lee en traducción del latín: “María Bárbara de Portugal, esposa de Fernando VI, después de haber fundado este templo para gloria de Dios y como convento para religiosas, descansa en este sepulcro entre oraciones y ofrendas. Murió a los 47 años en Kalendas de septiembre de 1758”.

Corona el sepulcro un medallón con el busto de la soberana sostenido por querubines llorando y el “memento mori” como recordatorio de la finitud de la vida

El Monasterio queda al cuidado de la Casa Real tras la muerte de sus promotores hasta la “Septembrina” del General Prim de 1870, cuando el Convento y Colegio son destinados a albergar el actual Palacio de Justicia cuya remodelación corrió a cargo del arquitecto Juan Roji. Las religiosas fueron ubicadas tras varios traslados en el nuevo convento que se levantó en la calle Santa Engracia en 1880, llamado de las Religiosas Salesas. En torno a esa fecha se acometen ciertas obras en la Iglesia, como es el caso de la tumba de estilo neo plateresco de Don Leopoldo O´Donnell, Duque de Tetuán, obra de Jerónimo Miguel Suñol (1839/1902) que se halla a la izquierda del altar mayor del templo. Su enterramiento en este lugar se debe, como dice la inscripción, al deseo del pueblo de Madrid, de honrar a este héroe de las guerras de África, donde destacó por la toma de Tetuán. Fue también en este momento cuando el antiguo Coro Bajo de las religiosas se transformó en Capilla Lateral que preside una Sagrada Familia de dulce trazo (fig 9), obra de Olivieri. Su suelo de marquetería original habla del lujo y maestría que debió rezumar igualmente la zona conventual de este magnífico edificio, cuyos promotores aquí descansan.